Mamá casa
Recuerdo con mucha añoranza a la vieja casa de la calle Ángel Guimerá. Era una de esas casas de las que ya no se construyen hoy en día, posiblemente fuese construida a principios de los años 30, cuando aún la ciudad de Las Palmas conservaba ese sabor tradicional y una identidad propia, cuando aún la gente se sentaba a las puertas de sus casas y hablaba con los vecinos o con cualquiera que pasase por delante, cuando se dejaban las puertas abiertas y se conocían todos. Era una de esas casas donde se respiraba calidad de vida, había mucho espacio, varias habitaciones (eso sí eran habitaciones, con techos de más de 4 metros de altura), dos o tres patios, una azotea donde era muy frecuente criar animales, no era raro tener conejos, pollos, gallinas, gallos, palomas, canarios. Era bonito despertar por las mañanas con el canto de los gallos, o subir a ver si las gallinas habían puesto huevos y sentir en la mano el calor de los huevos recién puestos, escuchar el piar de los pollos correteando de un lado a otro, o el interminable y melodioso canto de los canarios, ... eso era vivir.
Pero como todas las casas grandes y viejas, también tenía sus inconvenientes; es imposible no mencionar la cantidad de cucarachas que se criaban en ella, entraban por la azotea y se instalaban dentro de la casa, no se podían controlar, y hablo de cucarachas de las “autóctonas” de esas grandes y volonas; tampoco era extraño contar con media docena de perenquenes, muchas veces, sobre todo de noche, se les veía bajar por las paredes de los patios, también era frecuente la visita de un huésped esporádico, me refiero a los ratones. Insectos, roedores..., pero se contaba con otro tipo de anomalías; al ser una casa vieja la instalación del agua (tuberías, grifos, etc.) y la instalación eléctrica eran muy deficientes. Humedades por las paredes, encalados que se caen, pintura levantada, cables eléctricos por los techos y paredes. La humedad no sólo procedía del mal estado de las tuberías sino que era inherente con la casa, pues ésta estaba construida sobre una zona de arena, de ahí el nombre del barrio “Arenales”, y esto unido a su proximidad al mar, hacia que fuese inevitable.
Pero todo esto en sí mismo nada significaba, lo que daba verdadero sentido a todo, la vida que emanaba de aquella casa, su alma, ... esa era mamá.